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viernes, 9 de noviembre de 2012

El 8N y la paradoja de la desinformación en la “era de la comunicación”

Señoras protestando en "libertad"

Es de público conocimiento que la movilización de las cacerolas que sonaron en el Obelisco y otras ciudades del país como Rosario, Córdoba, Mendoza y Tucumán, ayer, fue organizada desde las redes sociales. Miles de personas se acercaron al centro porteño con consignas tales como "Basta de corrupción, inseguridad, soberbia”, "No a la re-reelección" y "Libertad".

Lo diferente a la concentración del 13S fue que sus verdaderos organizadores reconocieron su autoría, entre otras cosas, para no perder la posibilidad de liderarla. Así, su carácter "apartidario" y "autoconvocado" dejó de ser, cuando dirigentes políticos de todo el arco opositor llamaron en los últimos días a participar.


Desde luego, no pasó desapercibido el twitt del Jefe de Gobierno, Mauricio Macri, de ayer por la tarde que rezaba: “El 8N vayamos con una sola bandera, la argentina” y, también, anunciaron su presencia otros dirigentes cercanos al macrismo como Patricia Bullrich y el duhaldista Eduardo Amadeo. Elisa Carrió hizo punta de lanza unos días antes, en un reportaje en TN, en donde convocó a la marcha, aunque dijo que ella no iría.

Luis Barrionuevo, el aliado moyanista Gerónimo “Momo” Venegas, el líder del FAP Hermes Binner y el peronista bonaerense Francisco de Narváez, hicieron lo propio.

Como estrategia, los principales canales privados dedicaron su espacio de aire a interpretar las imágenes e implantarles su propio discurso. El canal estatal, por su parte, fue el único que abrió el micrófono para que los manifestantes expresaran su punto de vista.

Un gran trabajo periodístico de Cinthya García, columnista de 678, quien entrevistó a varios manifestantes – y llevó adelante la tarea casi didáctica de ordenar su retórica- puso al aire la enorme contradicción de, por lo menos, quienes aceptaban hablar.

Pocos pudieron expresar que estaban allí porque querían ser escuchados en sus reclamos de inseguridad, porque buscaban por parte del Gobierno una comunicación más clara, o que el aumento de los precios resentía temerariamente sus ingresos. Muchos confundían devaluación con inflación, control cambiario con falta de libertad económica, y hasta comparaban la situación de Argentina con la de Grecia, en donde la desocupación trepó a 25,4 %.

Todo en ello, en un contexto en donde la mayoría no reconocía, ni que se escuchaban consignas destituyentes, ni pertenencia partidaria; pero sí seguía sosteniendo que el cacerolazo convocado en las redes era espontáneo. La misión del canal estatal fue clara: guardar coherencia con el Gobierno al promulgar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y garantizar la libertad de expresión.

Parodia: Micky Vainilla
adhiere al cacerolazo
Si algo concreto deja el 8N, no es la consabida estrategia de confundir y desinformar que imprimen los grupos concentrados de poder, en alianza con la oposición; sino lo permeable que es a ese discurso la clase media, que desconoce su pasado reciente, que le cuesta aceptar abiertamente su verdadera tendencia política y, finalmente, que desconoce que una vez más está siendo utilizada en una cruzada que no va a dudar, llegado el momento, en desclasarla de manera dramática.

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