192° aniversario de su fundación
Los primeros elementos históricos
acerca del origen del barrio de Caballito son los títulos entregados por el
gobernador Hernandarias, a comienzos del siglo XVII, que repartía diferentes
terrenos de la zona, a los capitanes don Pedro Hurtado de Mendoza, don Diego de
Trigueros y don Domingo Griveo, al regidor don Juan de Vergara y a don Bernardo
de León.
Un siglo más tarde estas tierras
ya se encontraban trabajadas por esclavos que cultivaban en ellas productos frutales.
También había algunos hornos productores de ladrillos pero, más allá de las chacras
de los Jesuitas y de la familia Berois, el paisaje era desolado.
En lo sucesivo, el
fraccionamiento de las tierras por herencia convirtió a la zona en un espacio
de quintas, cuyas dimensiones no superaban las diez hectáreas.
El 15 de febrero de 1821 el
inmigrante genovés Nicolás Vila adquirió la manzana comprendida entre las
actuales Avenida Rivadavia, Emilio Mitre, Av. Juan B. Alberdi y Víctor
Martínez. En ese predio edificó una casa de cuatro habitaciones, destinando una
de ellas a una pulpería (nombre con el que se conocía a los bares en aquella
época). La pulpería se encontraba ubicada a orillas de lo que era el antiguo
Camino Real, la actual Avenida Rivadavia, en su cruce con "El camino del
Polvorín", actualmente calle Emilio Mitre.
En la puerta del local, Vila
colocó un mástil con una veleta de latón que contenía la figura de un caballo,
de allí que el establecimiento se hiciera famoso como "la pulpería del
caballito", que dio nombre al barrio.
Cuando Buenos Aires comenzó a
expandirse desde el casco fundacional hacia el oeste, especialmente a partir de
la mitad del siglo XIX, la zona que ya era conocida por la Pulpería del
Caballito fue poblándose y urbanizándose, en gran medida con la construcción
del Ferrocarril del Oeste, la primera vía tendida en Buenos Aires e inaugurada
en 1857, que conectaba la actual Plaza Lavalle con la estación de Floresta, y
que luego se extendería hacia el interior de la Provincia de Buenos Aires.
Las clases altas porteñas tenían
sus quintas de descanso en esta zona aún suburbana, que llegaba hasta el pueblo
de San José de Flores, hoy barrio de Flores, y utilizaban el ferrocarril para
trasladarse desde sus casonas del centro, en los fines de semana. Pero con el
paso de los años y las corrientes migratorias que llegaron desde toda Europa,
especialmente luego de 1880, el barrio acentuó su urbanización y las quintas
fueron desapareciendo, loteadas para su venta como terrenos para edificar.
En la primera mitad del siglo XX,
Caballito se definió como un barrio de clase media y media-alta, con algunas
excepcionales mansiones de la burguesía comercial que había llegado con la
misma inmigración europea, como el Palacio Carú, y otras residencias
aristocráticas más patricias, como el Palacio Videla Dorna (luego Escuela Naval
Militar).
Caballito tuvo su consolidación
final con la inauguración del tranvía subterráneo de la Compañía
Anglo-Argentina, que se extendió hasta la Plaza Primera Junta a fines de 1914.
Así, quedó conectado con un transporte novedoso y muy veloz con la Plaza de
Mayo y el microcentro de la ciudad, viviendo un auge de la construcción que
trajo los primeros edificios de departamentos y transformándolo en uno de los
favoritos de la clase media profesional y comercial.
La zona de Primera Junta se transformó
en núcleo comercial y de transporte, y la esquina de la Avenida Acoyte y
Rivadavia se transformó en el corazón del barrio, especialmente luego de la
inauguración del Parque Rivadavia en 1928.
A partir de la Ley de Propiedad
Horizontal sancionada en 1948, se desarrolló un nuevo auge de la construcción
que significó la demolición de los antiguos palacios de clase alta y los restos
que aún quedaban de las viejas quintas del siglo XIX, y el barrio sufrió un
rápido cambio con la construcción masiva de edificios de departamentos luciendo
ya una arquitectura plenamente moderna.
Sin embargo, a pesar de la evolución, las calles interiores de Caballito siguieron caracterizándose por sus densas arboledas de plátanos y sus casas de estilos clásicos, franceses, italianos, neocoloniales, Tudor o art decó. Algunas avenidas, como Pedro Goyena, alcanzaron renombre como ejes residenciales muy preciados, y esto significó la construcción de numerosos edificios de departamentos muy onerosos.
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