Chávez vive.
Hugo Chávez Frías murió ayer, luego
de padecer un cáncer que no pudo controlar. Su vicepresidente, Nicolás Maduro,
fue quien tuvo la dura tarea de comunicar la noticia: “A las 16.25 de la tarde
de hoy, 5 de marzo, ha fallecido nuestro comandante presidente Hugo Chávez
Frías luego de batallar duramente con una enfermedad casi dos años” y, como
sucede casi siempre en estos casos, el tiempo se detuvo en Latinoamérica. Es
que, la conmoción que provoca la muerte de un hombre como Chávez, requiere
hacer un alto en la trama.
Sin embargo, el contexto
venezolano presenta instancias que no detendrán su paso por nadie: una elección
anticipada, en donde el chavismo deberá defender las banderas de su revolución,
y a la oposición unida y nunca resignada a aceptar las derrotas del 7 de
octubre –presidenciales– y del 16 de diciembre, cuando perdió 20 de las 23
gobernaciones.
Si hablamos de trama, se podría
decir que la vida del líder de la revolución bolivariana se inscribe de lleno en
la literatura histórica, por su descripción de “héroe romántico”. Vale decir también que José Saramago afirma que “la literatura no sólo es realidad, sino que hace
lecturas de la realidad y se integra en la realidad” y Chávez, quizás por ser hijo de
maestros, entendía mucho de todo ello.
Su niñez en Barinas y el ingreso
a la academia militar, el intento de golpe de estado en contra del liberal
Carlos Andrés Pérez, la presidencia, el intento de golpe y “la revolución no
televisada”, su enfrentamiento frontal con EE.UU. y el proyecto
latinoamericanista que hoy permite mirarnos como región, no fueron elecciones
coyunturales.
No obstante su clara definición
revolucionaria, orientada a saldar la deuda histórica con los excluidos hay
quienes intentan definirlo como un caudillo, un dictador o un déspota sin
mencionar –claro está- la génesis de su liderazgo.
El hombre, de rasgos indígenas y
gran elocuencia, rescató las ideas liberales y democráticas que trajo la
independencia contextualizándolas en oposición al neoliberalismo de fines del
siglo XX, y el proceso de cambio que impulsó para Venezuela apuntó a
redistribuir la renta del petrolero de su tierra, la reserva más grande
occidente, que se encontraba en manos privadas.
Entró al terreno político en 1997
cuando se presentó a elecciones proponiendo: “Por la Asamblea Constituyente ,
Contra la corrupción, Por la defensa de las prestaciones sociales, Gobierno
bolivariano ahora” y ganó la presidencia con el voto de los pobres.
Luego Chávez, que
la oposición tildó de antidemocrático, se presentó ante el electorado unas
quince veces y sólo perdió en el referéndum de 2007 sobre la reforma
constitucional.
Quienes se sirvan ligeramente de
la frondosa literatura latinoamericana y sus personajes para compararlo con un dictador se
equivocan. En la biblioteca siempre estará Valle-Inclan y su Tirano Banderas descrito como “una calavera con antiparras negras y corbatín de clérigo.” o García
Márquez y su patriarca, en la soledad absoluta del poder absoluto, o Carpentier
y su dictador cartesiano que añoraba París. Hugo Chávez vestía de rojo, siempre
estuvo rodeado de su pueblo y amaba su tierra. Eso sí, para ello nunca pidió
permiso.
Morir y resucitar es una
pretensión recurrente de algunos tiranos de novela. Morir y seguir viviendo en
el corazón de los que menos tienen es privilegio de los revolucionarios, quienes
con su muerte son capaces de provocar un alto en la historia.
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